Domino es solo mío, he trabajado mucho para conseguirlo.
Cuando conocí a mi marido, Javier, ya había pasado la treintena. Antes de él, tuve algunas relaciones con hombres, pero no prosperaron. Entre los 26 y los 30 años, decidí darme un respiro y, como mujer soltera, trabajé día y noche. Me esforcé como una burra para ganar más dinero, ahorrando para comprar una casa que finalmente adquirí. Estaba muy orgullosa, porque durante toda mi vida había podido depender solo de mí misma; dos años después, conocí a mi marido.
Si me preguntas si nuestra relación se basaba en un amor arrebatador, la verdad es que no lo creo. ¿Se puede considerar un verdadero romance después de los 30? Es complicado. Solo deseaba llevar una vida tranquila, cómoda, idealmente con un hombre que no me trajera más problemas. Javier me pareció así: sereno, equilibrado y alegre, así que lo recibí en mi hogar, y él no tuvo objeciones.
Además, no todos los hombres tienen la suerte de encontrar a una mujer que ya tiene su propio hogar. Yo pude comprar mi lugar soñado sin necesidad de un préstamo, lo que me libraba de las mensualidades.
Así vivimos durante siete años, sin hijos, ya que estaba muy ocupada con el trabajo, al igual que mi marido; después de un largo día, llegábamos a casa agotados y solo queríamos dormir. No voy a negar que en más de una ocasión pensé en tener un bebé, pero siempre me decía que quizás más adelante, sobre todo porque hoy en día, las mujeres pueden ser madres hasta los 45 años.
Una semana atrás, estábamos sentados a la mesa desayunando, y mi marido me preguntó directamente cuándo pensaba darle de alta en mi domicilio. Javier quería desvincularse de su madre para pagar menos en las facturas. No me agradó la idea; no quería registrar a nadie a mi dirección y se lo hice saber. Él, por su parte, podría ahorrar en lugar de vivir con su madre, pero la mayoría de ellos no piensa así. Compartíamos los gastos básicos, y con el resto de nuestros sueldos hacíamos lo que nos daba la gana.
Después de esa conversación, salió a trabajar y esa noche no volvió. A la mañana siguiente, me envió un mensaje diciendo que había interpuesto una demanda de divorcio. Aún no puedo creer que mi marido haya hecho eso. No era porque no confiara en él que no quería registrarlo, sino porque en la vida pasan muchas cosas y no hay aseguración de que estemos juntos para siempre. No pienso compartir mi propiedad con nadie; he trabajado duro por esta casa, y es solo mía. Si Javier estaba conmigo solo porque esperaba una parte de lo que he conseguido, pues que siga su camino.
Leave a Reply